martes, 14 de julio de 2015

El reencuentro

Hacía mucho que no se encontraban y su aspecto se le reveló cambiado. Algunas, ya no tan sutiles, filas de arrugas se habían instalado en su frente, acompañadas por otras también apreciables patas de gallo; indudable síntoma y rúbrica del paso del tiempo, ese que a todos iguala. Pero lo cierto es que la veía bien, incluso mejor, qué diablos… su sonrisa se parecía mucho a la de entonces, la que abiertamente mostraba aquellos días de finales de siglo, cuando todo parecía tan infinito como intrascendente; quizás animado por aquel inminente y apocalíptico efecto 2.000… aquellos años en los que llegó a la capital… cuando tanto compartieron.

 Le llamó especialmente la atención que el brillo de sus ojos permanecía intacto, y esto a su vez venía unido a una salvedad bien positiva: la mirada que esos ojos albergaban ahora permanecía erguida, manteniéndose fija y segura en esos otros que ahora mismo fijamente la observaban. Luego el pelo… tan desordenado como entonces, añadiendo rasgos a ese aspecto de siempre tan dejado, con matices de indolente e incluso despistado, lo cual siempre le dio un aire de mujer tan interesante como fatal a ratos; característica esta última con la que en tantos momentos jugó a su antojo, especialmente a esas horas en la que los últimos escombros de la noche negocian a la baja planes de rescate en lo oscuro de algún bar, tratando acaso de salvar el trágico destino de otra noche dormir solos.

 –¡Qué bien te veo! –cómo un mantra una y otra vez repetía –qué bien te veo… ha sido mucho tiempo, pero ahora que te reencuentro no pienso volver a alejarme de ti ni por un momento. Sonrió… y el espejo del cuarto de baño le devolvió de nuevo su mejor sonrisa, que no pudo por menos que rubricar con un beso al aire que intermediaba entre ella y su reflejo. Apagó la luz y tomó su bolso que sobre la cama de la habitación le esperaba, caminó hacia la puerta y salió. Paseo largo y lento por esas calles empedradas, deteniéndose en cada puesto del mercado; era domingo de feria en San Telmo y una maravillosa sensación de sentirse mejor acompañada que nunca desde hacia rato invadía su cuerpo.

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