miércoles, 27 de noviembre de 2019

Más allá

El suelo era lava
y la vida ese juego
que perdía el que no se reía
y algo pasó
y yo no reí
"Has perdido"
tu risa de pronto me decía
tu risa
joder
tu risa

Recuerdo cómo maldecías mis canciones
esas putas que no hablaban de ti
mientras ellas ajenas te cantaban
y entre líneas nombraban tu cielo
desbordado siempre de estrellas
y luego mi pasión rompiendo
contra tu acantilado de agujas
que se clavaban en mí

Átame
tu boca me decía
y en mis muñecas sentía
ese dolor de carne desoyada
y un rumor de tiempo perverso
negociando a la baja
las hojas de mi calendario
mientras tú ajena a ello sonreías
y florecía el invierno

Y ahora que despego pero menos
que las antenas y los tendederos
amenazan cortar mi vuelo
ahora que el olvido es una cuchilla
que a ratos corta mi aire
ese que cruzo entre Dubai y Brisbane
y exactamente cuando sobrevuelo
Colombo
apareces otra vez
y socarrona me espetas
que aún sigues aquí
que aún no te olvidé

Y yo lo sé
y lo sé ahora que no sé nada
ahora que a muchos he defraudado
y a otros tantos ya nada importo
y a veces creo ser alguno de ellos
vi cierto rencor esta mañana en el espejo
y cierta verdad también
confesando
que aún te quiero
pero menos
que aún te busca mi reflejo
quizas menos
y sí...
lo sé
si ahora mismo leyeras esto
si ahora mismo lo hicieras
me mandarías al carajo
y más allá

domingo, 10 de noviembre de 2019

El debate

Aquel debate televisivo, previo a las elecciones generales, siempre sería recordado por el momento en el que los dos principales candidatos a la presidencia del gobierno y acérrimos enemigos, se acercaron uno al otro y, sin mediar palabra, comenzaron a besarse.

Pero mejor comencemos por el principio.

Era el cuarto debate en tres años, el mismo número de repeticiones electorales, la mediocridad parecía por fin haberse instalado en la vida política y definitivamente lo hacía para quedarse. Y ahí tenemos a los representantes de cada uno de los partidos, cada uno con su eterna perorata; ya habían optado por ni siquiera mirarse, repitiendo una y otra vez los mismos mensajes. Si uno proponía crear 100.000 puestos de trabajo, el siguiente proponía 150.000, el tercero 200.000 y así hasta el quinto en hablar, que era el que daba la cifra más elevada.

Los presentadores los observaban con el mismo desinterés que los espectadores desde sus casas. Una tras otro iban pasando a cada uno de los apartados previamente negociados, y uno tras otro iban repitiendo los mismos discursos ensayados.

No recuerdo de qué asunto estaban hablando pero, de repente, uno de ellos levantó los ojos y por primera vez parecía realmente mirar a cámara; mirar a cada uno de los espectadores que desde sus sofás y con el mismo poco interés le miraban.

–Lo siento, pero esto que acabo de prometer… no voy a poder cumplirlo. Realmente creo que la gran mayoría de las cosas que hoy he prometido no podría asegurarlas y creo que es muy posible que nunca las podamos cumplir.

Después giró su cabeza y por primera vez miró a los ojos a su principal adversario, el que competía por él por reunir el mayor número de votos.

–Considero que es muy acertada la propuesta que antes has realizado. Estoy de acuerdo contigo en lo que comentabas. Perdona por sistemáticamente llevarte la contraria sin tan siquiera evaluarlo. No entiendo realmente porqué esta actitud. Se supone que nos pagan para que hagamos lo mejor por nuestra sociedad… La verdad es que me avergüenzo de haber dicho tanto y tan vacío todo. Creo que es suficiente por hoy…

En ese momento dejó su espacio tras el atril y procedió a abandonar en directo el debate. Los presentadores estaban asombrados. Bloqueados por tan inusitado momento.

–Espera. No te vayas –saliendo tras su atril su principal opositor, aquel que competía junto a él por la presidencia, se acercó hacia él.

Se quedaron unos segundos mirándose fijamente para después abrazarse. Se abrazaron con fuerza, como se abraza a quien se quiere, a quien se aprecia y respeta.

Se hizo el silencio en el estudio. Los telespectadores, desde sus casas, por fin seguían entusiasmados el debate.


–¿Qué haces? ¿Quién te ha dado permiso para entrar en mi despacho?

–Papá… entre a verte y no estabas.

–He salido un momento al baño.

–¡Mira! Se están besando… –el niño, que no debía tener más de cuatro años, sonrojado, miraba a su padre mientras sus manitas jugueteaban con un par de mandos que había sobre la mesa.

–¡No! –gritó el padre horrorizado. ¿Qué estás haciendo? ¡Suelta ahora mismo esos mandos! ¡Te he dicho siempre que está prohibido entrar en el despacho de papá!

El niño, sabiéndose metido en un lío, saltó del sillón de trabajo de su padre y corrió hacia la puerta mientras el padre corría a retomar el puesto de control.

En la pantalla observó horrorizado como los dos principales candidatos se estaban besando.

Mural de Tvboy en Roma mostrando Luigi Di Maio besando a Matteo Salvini