sábado, 12 de enero de 2013

12/01/2010, 16:53:09

Aquella tarde él estaba inquieto, miraba cada minuto el reloj deseando que dieran las cuatro, su hora de salir, su hora de apagar la cortadora y acallar así su maldito ruido, pidiendo a gritos ser sustituida por otra más nueva. A continuación, siguiendo su protocolo diario, se quitaría el mono de trabajo, recogería su mochila y se dirigiría hacia la puerta, no sin antes pasar por delante de la oficina del jefe para, con un escueto gesto, despedirse hasta el día siguiente.

Pero ese día no sería así, no, ese día era diferente, ese día llevaba tiempo marcado en su calendario. Había tomado una de las decisiones más importantes de su vida, que ni mucho menos le había resultado fácil... Lo cierto es que ya llevaban casi dos años juntos, y a la edad que tenían, todo el mundo entendía que era más que suficiente para que ambos tomasen alguna decisión al respecto. Se les veía felices, no hacía falta preguntarles, simplemente observarles, ver como se miraban, como les gustaba pasear cerca del embarcadero y quedarse mirando el atardecer. Observar como ella susurraba algo a su oído y él dibujaba una sonrisa, mientras con su brazo izquierdo la atraía hacia si, hacia ese espacio que queda entre su pecho y el aire fresco de la tarde.

Salió corriendo, se despidió desde la puerta, lanzando un "hasta mañana" que rompió el silencio de aquel lugar, no esperó a la respuesta y, mientras corría hacia el autobús, recordó que había dejado encendida la luz del almacén... Daba igual, mañana sería diferente, mañana sería el primer día del resto de su vida. El autobús iba atestado de gente, una mujer en voz alta pedía que no dejasen entrar a más gente, que esperasen al siguiente, que casi no se podía respirar allí dentro. Mientras, al fondo, dos estudiantes hablaban del último examen que habían tenido, de la extraña pregunta número cuatro, que nadie había sabido responder... Todo le sonaba lejano aquel día, el sólo miraba su reloj, calculando los minutos que le quedaban para llegar a la tienda de comestibles donde ella trabajaba.

Quería que fuese especial, inolvidable, una sorpresa mayúscula, lo tenía todo preparado... Había escrito en un papel algo parecido a un guión, con el que intentaría ayudarse para poder transmitir todo lo que quería decirle, y cuanto más lo pensaba más ganas sentía de llegar, ella salía a las cinco de trabajar, y él casi nunca iba a buscarla, y ese era el principio de su plan.

Por fin llegó, la vio tras la puerta, recogiendo las cajas de fruta que tenía colocadas fuera, preparándose para cerrar y volver a casa como cualquier otro día. Con gran alegría contempló el hueco que en la calle había dejado el coche de su jefa, señal de que ella estaría sola en la tienda... No pudo esperar más, entró en la tienda y la saludó, ella se asustó al notar su mano en la espalda, no esperaba visita y cuando se giró y le vio, le abrazó con fuerza, - ¡qué haces aquí! ¡qué sorpresa!... Él se quedó mirándola fijamente, y se dio cuenta que no podía esperar mucho, que la emoción iba a ganarle la mano a sus ojos, así que tomó su mano y la llevó hacia el interior de la tienda. Había imaginado durante tantos día aquel momento y ahora, en el último instante iba a improvisarlo todo, se dio cuenta que no podía esperar a que saliesen de allí y llevarla junto al embarcadero, a su banco, justo aquel lugar en el que hacía unos días había tomado su gran decisión... De repente se oyó un ruido, un rugido que salía bajo sus pies... La lámpara empezó a moverse y seguidamente todo tembló... algunos frascos cayeron de la estantería rompiéndose contra el suelo... Fue muy rápido... demasiado rápido... ella le miró aterrorizada, él se quedó paralizado... de repente todo se derrumbó... y la oscuridad lo inundó todo...
 
Dedicado a todas las personas que han sufrido el terrible terremoto de Haití, a todos los que han fallecido, a todos los que necesitaron ser enterrados para que pudieran ser vistos por el resto del mundo, para que nuestro olvido no sea la peor de las réplicas del terrible seísmo. Cada una de estas personas tenía tantas historias, sentimientos, emociones, planes, recuerdos, sueños, promesas, esperanzas, tantos como podamos tener cada uno de nosotros.