domingo, 10 de noviembre de 2019

El debate

Aquel debate televisivo, previo a las elecciones generales, siempre sería recordado por el momento en el que los dos principales candidatos a la presidencia del gobierno y acérrimos enemigos, se acercaron uno al otro y, sin mediar palabra, comenzaron a besarse.

Pero mejor comencemos por el principio.

Era el cuarto debate en tres años, el mismo número de repeticiones electorales, la mediocridad parecía por fin haberse instalado en la vida política y definitivamente lo hacía para quedarse. Y ahí tenemos a los representantes de cada uno de los partidos, cada uno con su eterna perorata; ya habían optado por ni siquiera mirarse, repitiendo una y otra vez los mismos mensajes. Si uno proponía crear 100.000 puestos de trabajo, el siguiente proponía 150.000, el tercero 200.000 y así hasta el quinto en hablar, que era el que daba la cifra más elevada.

Los presentadores los observaban con el mismo desinterés que los espectadores desde sus casas. Una tras otro iban pasando a cada uno de los apartados previamente negociados, y uno tras otro iban repitiendo los mismos discursos ensayados.

No recuerdo de qué asunto estaban hablando pero, de repente, uno de ellos levantó los ojos y por primera vez parecía realmente mirar a cámara; mirar a cada uno de los espectadores que desde sus sofás y con el mismo poco interés le miraban.

–Lo siento, pero esto que acabo de prometer… no voy a poder cumplirlo. Realmente creo que la gran mayoría de las cosas que hoy he prometido no podría asegurarlas y creo que es muy posible que nunca las podamos cumplir.

Después giró su cabeza y por primera vez miró a los ojos a su principal adversario, el que competía por él por reunir el mayor número de votos.

–Considero que es muy acertada la propuesta que antes has realizado. Estoy de acuerdo contigo en lo que comentabas. Perdona por sistemáticamente llevarte la contraria sin tan siquiera evaluarlo. No entiendo realmente porqué esta actitud. Se supone que nos pagan para que hagamos lo mejor por nuestra sociedad… La verdad es que me avergüenzo de haber dicho tanto y tan vacío todo. Creo que es suficiente por hoy…

En ese momento dejó su espacio tras el atril y procedió a abandonar en directo el debate. Los presentadores estaban asombrados. Bloqueados por tan inusitado momento.

–Espera. No te vayas –saliendo tras su atril su principal opositor, aquel que competía junto a él por la presidencia, se acercó hacia él.

Se quedaron unos segundos mirándose fijamente para después abrazarse. Se abrazaron con fuerza, como se abraza a quien se quiere, a quien se aprecia y respeta.

Se hizo el silencio en el estudio. Los telespectadores, desde sus casas, por fin seguían entusiasmados el debate.


–¿Qué haces? ¿Quién te ha dado permiso para entrar en mi despacho?

–Papá… entre a verte y no estabas.

–He salido un momento al baño.

–¡Mira! Se están besando… –el niño, que no debía tener más de cuatro años, sonrojado, miraba a su padre mientras sus manitas jugueteaban con un par de mandos que había sobre la mesa.

–¡No! –gritó el padre horrorizado. ¿Qué estás haciendo? ¡Suelta ahora mismo esos mandos! ¡Te he dicho siempre que está prohibido entrar en el despacho de papá!

El niño, sabiéndose metido en un lío, saltó del sillón de trabajo de su padre y corrió hacia la puerta mientras el padre corría a retomar el puesto de control.

En la pantalla observó horrorizado como los dos principales candidatos se estaban besando.

Mural de Tvboy en Roma mostrando Luigi Di Maio besando a Matteo Salvini

1 comentario:

  1. El amor,la empatía,la complicidad,
    No tiene sexo.

    PD: seguiré leyéndote y comentando.
    Gracias por descubrirme tu blog.
    Ya lo tengo en favoritos para leerte.
    Un abrazo fuerte desde Asturias.

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