—¿Qué vas a hacer? —ella me preguntó mientras
una bocanada espesa de humo abandonaba su boca.
—Son las tres de la mañana y el domingo hace
rato que acabó —respondí mientras observaba sus pupilas que brillaban bajo la
luz de la farola. Tenía mirada de acantilado y yo acababa de romper contra él.
Luego su móvil sonaba una y otra vez. Llamadas
que ella no quiso responder. Entonces visualicé a un náufrago adentrándose
perdido en el mar, confundiéndose sus gritos con el rugir violento de las olas.
Me compadecí de él.
—Soy un desastre —ella apuntó mirándome de
nuevo a los ojos— y tú eres un peligro. Me gustas.
Yo tragué saliva. Hacía rato que no hablaba.
Hay noches que amenazan ser canción.
—Ya hablamos —al final dije. La besé y me fui.
Ya en el taxi, el conductor me comentó que no
se recordaba una noche tan fría en aquel invierno de Madrid.
Nos dejas intrigados...
ResponderEliminarMañana más... ;-)
Eliminar¡Qué intriga!,pero al mismo tiempo me gusta la espera y a ver en qué queda.
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