miércoles, 5 de julio de 2017

Eso. Desenlace: Verano

Cuando regresé a casa ella ya se había levantado y preparaba café. La pared del fondo de la cocina había vuelto a su ser y ya no se veía la calle más allá de lo que permitía el cristal de aquella ventana. Giré mi cabeza hacia el salón y vi unas flores en un jarrón sobre la mesa junto al viejo sofá, que no tenía más daño que las marcas típicas del uso y de los excesos compartidos. Volví a la cocina y la abracé por detrás besando su nuca.

—Vaya paseo que diste esta mañana… lo cierto es que esperaba que trajeras unos churros recién hechos —y tras guiñarme un ojo ella se abrazó a mi cuello. Yo la abracé fuerte contra mi pecho. Lo cierto es que esta historia está llena de abrazos, pensé mientras inspiraba ese olor tan a ella.

—No traje nada... lo siento. Sólo baje a dar un paseo y de paso tirar unos miedos al contenedor negro. Esta vez la mayoría eran míos, salvo uno que debía ser tuyo y que encontré junto al espejo del baño.

—Me encanta el olor de esta casa sin miedos. Me recuerda tanto a aquellos días... –y un brillo palpitó en su mirada.

—Mira que igual también tenía que haber bajado alguna nostalgia al contenedor azul —dije yo y ambos reímos durante un rato.

Luego fui a la habitación a cambiar mi ropa. El suelo brillaba y los cuadros en la pared descansaban firmes en sus alcayatas. Era domingo y un olor a tierra mojada se coló por la ventana. Memoria fresca de la tormenta de verano que, frente al balcón, anoche admiramos. A ella le encantaban las tormentas y a mí el relámpago reflejado en sus ojos. Cerré los míos y lentamente inspiré su recuerdo.


2 comentarios: