jueves, 20 de marzo de 2014

Ella era de hielo

Ella era de hielo, retazo de un invierno que vino largo y en él la conocí, en el pasar de una noche, sentada, sola, junto a una fuente helada… el caso es que la vi, la miré, nos miramos… no recuerdo ahora quien sonrió primero, aunque seguramente fue ella sorprendida ante mi intención de prestarle mi abrigo. Ella lo excusó: “gracias, no es necesario… las heladas me hacen bien”, creo que fue en ese momento al mirarnos cuando su brillo se alojó en mi cabeza, allí donde aún sigue.

Recuerdo que siempre paseábamos en la noche, amparados por la luna y su frío. La escarcha en su piel acicalaba su invierno, aquel mismo por el que nunca quise preguntar, justo ese del que ella nunca hablaba… Ella era bella, jodidamente bella, y yo encandecía a su lado sólo con mirarla… y así fue como, poco a poco y noche tras noche, comencé a desearla… noche tras noche… noche tras noche… para al final acabarla amando como yo creía que ya no se amaba… como nunca antes había amado.

Ella era de hielo, tan de hielo como inevitable que pasara… y al final pasó. Fue de noche, nuestro único y posible escenario, rozando ya la madrugada, a esa hora en la que ella se perdía en la última oscuridad nocturna, a la misma hora en la que yo me sentía el hombre más desahuciado del planeta... Fue en ese momento en el que ella, como tantas veces, hacía su habitual gesto de despedida, ese al que nunca había sido capaz de acercarme… el mismo al que ella nunca me dejo aproximar. No recuerdo muy bien cómo comenzó todo, creo que al principio fueron mis brazos, que hartos de tanta razón se rebelaron y detrás, siempre condescendiente, fue mi cuerpo… y ahí los tienes, por un instante, hielo (ella) y fuego (yo) abrazados, como si pretendieran redimirse de tanto antagonismo pretérito… unidos en tan único como imposible elemento... No sé cuánto tiempo duró ese abrazo pero recuerdo perfectamente lo que vino después. Al principio creí que eran sus lágrimas y al abrir los ojos me descubrí empapado. La primera luz del día me trajo mi rostro desde el suelo reflejado en un charco… Ella ya no estaba… yo nunca la vi marcharse…  alguien desde algún lugar comentó que la primavera al fin había llegado.
 

1 comentario: